Soy de las que les cuesta dar un abrazo
de las que más bien tienden a inclinarse sobre el pecho
y recibir
con intensidad paralizante
soy de esas a las que les cuesta la caricia espontánea
de las que se quedan en una quietud persistente
inmóvil
agarrada a ese momento de conexión
como en ese instante previo al orgasmo
donde no quedan ni gemidos
sólo un abismo
que me empuja
en caída libre

es que siento que me muero
en cada gesto de amor
que me queda resonando en la piel
y me deja vibrando
más allá del tiempo.